Aprendizaje y edad

Hace algunos meses, mi amigo José Brasa, el único entrenador español de hockey con medalla de oro olímpica -lo llamo amigo porque, con los años, siento que mis allegados siguen retando a la realidad con sus sueños, a pesar de perder muchas veces-, me llamó. El motivo era para preguntarme si quería ir dirigir con él la selección española +55 de hockey en el Campeonato del Mundo, que se iba a celebrar en Terrassa.

Inicialmente, no me hizo mucha gracia. Lo debo recocer. Era en pleno mes de agosto, en mitad de las vacaciones. Además, este mundo del deporte de veteranos, no lo había contemplado nunca como parte de mi trabajo.

Finalmente, dije que sí, ya que percibí su interés en trabajar juntos y me convenció. El jueves 26 de julio, me fui para Terrassa y me instalé en el hotel de concentración hasta el domingo 5 de agosto, día en que se jugó el último partido. Debo decir que fue una sorpresa para mí como, el grupo de gente y la forma en la que hemos podido trabajar, ha hecho de ello una experiencia excelente.

Dándole vueltas a lo allí sucedido, tengo que decir que ha habido dos aspectos esenciales a la hora de definir el porqué ha sido una experiencia buena: el primero es el tipo de satisfacción que expresaban los jugadores y, el segundo, el buen juego y los resultados exhibidos en muchos momentos. Esos dos aspectos son solo el resultado de otros elementos más importantes.

Mi conclusión, por orden, es el siguiente: humildad por parte de la gente, ganas e ilusión, unidad del grupo, buena dirección, línea de trabajo y buena táctica-estrategia.

Quiero centrarme en el aspecto que da título a este artículo, que es la capacidad de aprendizaje en relación con la edad. La ciencia nos demuestra que tiene más facilidad en generar nuevos aprendizajes, un cerebro y sistema nervioso jóvenes, que los ya entrados en la cincuentena.

No obstante, como siempre, la realidad se empeña en decirnos que sí…. Pero no. Un joven de 16 años tiene, potencialmente, mayor capacidad de aprendizaje que un señor/a de 50, pero si el joven carece de interés y motivación, su capacidad de aprendizaje se verá disminuida prácticamente a cero. En cambio, si una persona de más de 50 años posee una gran motivación e interés, su capacidad de aprendizaje será increíblemente mayor que la del joven de 16 años.

Nuestra sociedad se encamina hacia una sociedad envejecida, con todo lo que eso conlleva. La sociedad les propone planes de jubilación, viajes de “ocio” y residencias de ancianos. Sin embargo, no hay nada que proporcione más salud y bienestar, que estar motivado por hacer o aprender algo.

No se trata de buscar una motivación de adrenalina fuera de nosotros (extrínseca), ya que eso genera un ciclo de dependencia -a la larga perjudicial-, como a menudo se utiliza en el deporte y el ejercicio en nuestros días. Más bien, se trata de una motivación intrínseca, o sea, que parte del interior de uno mismo, y esta motivación, proviene de una decisión propia de uno mismo. Es una decisión consciente y voluntaria. Pensarán que es difícil, y sí, lo es. No obstante, es posible y, además, es la única opción. Esto es así porque, mantenerse en la constante persecución de la motivación y el placer -con elementos externos-, siempre acaba en la desazón y la decadencia, ya que ponemos en manos del exterior, algo que es de nuestra propia responsabilidad.

La humildad es la clave de esta motivación. Cuando piensas desde la ausencia de soberbia y con conocimiento de tus virtudes y limitaciones, y te encaminas con decisión a lo que quieres, los ojos resplandecen y, desde allí, solo desde allí, todo es posible.