Actuar bien es lo que importa
/Durante estos días de fiestas navideñas, solemos recibir multitud de mensajes deseándonos una feliz Navidad, o un feliz Año Nuevo. Y bien recibidos sean, ya que significa que, de alguna manera, alguien se acuerda de nosotros y nos quiere bien, y eso, siempre es gratificante.
La palabra deseo se define, según el diccionario, de esta forma: “se refiere a la intensa necesidad o sentimiento hacia la consecución de lo que apetece, a la acción y efecto de desear, a aquello que se desea, o a cierto impulso sexual”. En el mundo del deporte de alto nivel, se aprenden muchas cosas, entre ellas, que por más que los demás te deseen buena suerte para el siguiente partido o carrera, por el simple hecho de que te lo deseen, no sucede.
Nadal: “Ser buena gente vale más que cualquier título”. Aquí entra en juego otra cosa: “el concepto de intensa necesidad o sentimiento hacia la consecución de lo que nos apetece” es harto negativo a la hora de conseguirlo. La necesidad es un mal inicio para conseguir lo que uno quiere. Uno debe estar libre de ella, porque solo desde la tranquilidad de espíritu, la relajación y la concentración bien encauzada, se consigue lo que se pretende. Tampoco es de gran ayuda para conseguirlo el “sentimiento hacia la consecución de algo”. El sentimiento debe existir; uno debe sentir lo que verdaderamente desea para poder estar cerca de conseguirlo, pero no basta con sentirlo, también tiene que actuar bien.
En definitiva, ‘actuar bien’ debe estar exento de necesidad y de sentimiento, ya que los dos nos generan miedo a perder. Es decir, si tengo mucha necesidad de una cosa, tendré miedo a perder; y si me dejo llevar por el sentimiento, tendré miedo a sufrir. Este ‘actuar bien’ debe estar lleno de energía (que proviene del sentimiento sincero) que se convierte en una concentración intensa y relajada, como consecuencia de estar plenamente centrado en lo que uno debe hacer y no en lo que se pretende.
Actuar bien y hacer las cosas bien hechas es lo verdaderamente importante a la hora de acercarnos a lo que deseamos, porque ello implica que nos responsabilizamos por nosotros mismos de ello, que es el primer paso a la madurez personal. Si tenemos nuevos deseos es porque queremos vivir mejor, a lo que Sócrates nos decía: “enfoca toda tu energía, no en luchar contra lo viejo, sino en construir lo nuevo”.
Dejemos de quejarnos sobre cómo es el mundo en el que vivimos, porque el mundo somos nosotros. Si nosotros nos hacemos mejores y actuamos bien, a pesar del sinsentido aparente que nos rodea, conseguiremos sentirnos bien con nosotros mismos que, al fin y al cabo, es lo que importa.