No lo hagas porque te sepa mal

Tres meses antes de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, el entrenador de la selecciones española femenina de hockey, Jose Brasa, tenía un problema a resolver: decidir quién era la última jugadora descartada, antes de dar la lista definitiva de participantes en los JJOO.

Había dos personas implicadas: La primera era una jugadora veterana que llevaba muchos años participando en una dura preparación para ir a los Juegos Olímpicos, pero no disfrutaba de la confianza del entrenador. Él tenía claro que no jugaría ningún minuto. Y la otra jugadora era joven, solo llevaba un año preparándose para los JJOO. Para ella, ya era un premio simplemente estar en la lista.

El entrenador se atormentaba con la duda de qué hacer: lo que humanamente sentía (se sentía mal personalmente por el hecho de dejar fuera a una jugadora que había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a la preparación de los JJOO), y por otro lado, hacer lo adecuado para la eficacia del equipo, pues veía claramente que lo adecuado era dejarla fuera y quedarse con la más joven.

Ante esta duda, el entrenador convocó una reunión con todo el staff técnico para preguntarnos nuestra opinión. De forma unánime le recomendamos que se quedara con la joven, aunque a nivel personal pudiera parecer injusto.

Y sí, era injusto para ella, pero no por lo que respecta al equipo en general, ya que si la jugadora veterana no jugaba ni un minuto, se sentirá perjudicada y podría ser una fuente de conflicto dentro del equipo. Por otro lado, la jugadora joven solo por el hecho de poder vivir unos Juegos Olímpicos desde dentro ya se sentía ampliamente recompensada.

El entrenador, finalmente tomó la decisión guiándose más por la emoción personal (me sabe mal hacerle daño), que por el pragmatismo de la gestión del grupo y dedidió convocar la jugadora veterana.

Al acabar los Juegos Olímpicos, mientras el entrenador era entrevistado por una televisión después de haber ganado la medalla de oro, la madre de la jugadora bajó al campo y delante de todo el mundo le clavó un soberano bofetón en directo. Además, horas después, en la celebración de la medalla de oro, el entrenador era más criticado por este hecho, que felicitado por haber ganado una final olímpica. Veinticinco años más tarde, la jugadora sigue criticando al entrenador, censurándole esa decisión.

Os explico todo ello a raíz de las declaraciones (tanto en estos últimos Juegos Olímpicos, como por parte de los jugadores del Bayern de Múnich acerca de Pep Guardiola), donde algunos deportistas critican y hacen declaraciones de forma negativa sobre sus entrenadores.

Hay diferentes formas de conseguir rendimiento y buenos resultados deportivos. Uno de ellos se consiguen porque el entrenador (y solo él) es capaz de ejercer tal capacidad de liderazgo y motivación, que lleva a los deportistas a un rendimiento más allá de su talento natural. Hay otro tipo de entrenadores que ejercen una funcion más de catalizadores o facilitadores del talento que intrínsecamente poseen sus jugadores o equipos.

En el primero de los casos, para conseguir este rendimiento especial no solo se debe trabajar de forma extrema y a una alta intensidad, sino que se debe ser capaz de llevar al deportista mucho más allá de su ego y ponerlo realmente “de facto” al servicio del objetivo. Tal circunstancia incomoda al deportista, porque no lo hace por sí solo. Igual que el sentir que uno no ha ganado por sí mismo, sino por el entrenador; es algo que el orgullo del deportista no acepta cómodamente.

En los últimos Juegos Olímpicos de Brasil vimos diferentes ejemplos de estos dos tipos de deportistas. Por ejemplo: Carolina Marín, Ruth Beitia o Mireia Belmonte siempre hablaban bien de sus entrenadores, agradeciéndoles su aportación en sus triunfos. Por otro lado, nadadoras de sincronizada como Ona Carbonell y Gemma Mengual siguen despotricando sobre la verdadera factótum de sus triunfos, que no fue otra que Anna Tarrés.

Podemos discutir sobre los métodos de unos y otros, pero todos los deportistas los aceptaron en su momento, porque este tipo de entrenadores si algo tienen es que no engañan a nadie, sobre su forma de trabajar.

No se pueden tomar decisiones porque nos sabe mal esa u otra situación. Las debemos tomar para que las cosas funcionen pensando en el objetivo y en el bien de la mayoría. Esa actitud no conlleva ser frío o mala persona como piensan algunos, sino todo lo contrario: es ser capaz de hacer lo correcto en vez de lo que a mí me satisface emocionalmente.

Por otro lado, todos los deportistas que sienten esta falta de gratitud y aprecio hacia sus entrenadores que los han ayudado a ganar, les recomiendo vean la película o obra de teatro llamada “Incendies”, donde podrán descubrir que entender y perdonar es mucho más beneficioso para ellos mismos que la incomprensión, la crítica y el reproche.