Entrenar la actitud es lo primero
/Últimamente, ha habido cierta discusión pública sobre si los niños deberían hacer deporte de forma competitiva o no.
Hace algunos días, viendo una película de Otto Preminger, titulada: “Anatomía de un asesinato”, el abogado cincuentón (James Steward), en plena decadencia profesional -pero lleno de lucidez y dignidad personal-, responde a la pregunta de su cliente sobre la culpabilidad o no del acusado: “Después de muchos años de ejercer la abogacía ya he descubierto que no hay personas buenas o malas, sino que todas pueden ser tanto una cosa como la otra”.
Bajo esa premisa, la discusión sobre si se debe utilizar el deporte para educar competitivamente o no, no creo que sea la correcta. Bajo mi punto de vista, la pregunta debería ser: ¿Es el mundo competitivo? (tanto el mundo humano, como el natural en general), ¿se precisa para sobrevivir y para vivir bien (entiendo vivir bien como un balance entre lo personal y lo material) tener cierta capacidad competitiva?
Opino que todo depende de si queremos educar bajo el paradigma mental de conocer y aceptar el mundo tal y como es, o si queremos educar bajo el paradigma de lo que creemos que el mundo debería ser. Yo, particularmente, creo en la vía de conocer la realidad y, a partir de ahí, soñar e intentar mejorarla, pero no al revés.
El deporte de base es un excelente espejo para ver la verdadera personalidad de nuestros hijos (a menudo poco utilizado por los padres) para saber como actúan ante las diferentes situaciones que nos proporciona el juego; la lectura que hace él mismo de sus propios actos al acabar el partido; o como responde a todo lo que le acontece y a sus relaciones con los demás.
Me entristece ver a menudo a los padres convertirse en verdaderos “aficionados” al deporte, en vez de en verdaderos educadores “a través del deporte”. Yo no tengo hijos, por lo tanto, no sé si lo hubiera hecho mejor –seguro que me habría equivocado–, pero solo pretendo, si es posible, estimular nuevas vías para hacerlo mejor.
Asimismo, soy un firme defensor de la prioridad que tiene utilizar el deporte para formar a la persona, más que en la adquisición de habilidades o conocimientos. Las habilidades y conocimientos, siendo importantes, de poco sirven sin una base personal sólida que permita hacer con ellos algo de valor.
Luka Doncic, es un chico de 16 años. A su corta edad ya juega en el primer equipo del Real Madrid de baloncesto. Unas semanas atrás se dio una situación que creo que ilustra una gran capacidad personal que permite el desarrollo de una gran habilidad, que asimismo, permite tener un gran resultado. En un descanso de un partido contra el CSK de Moscú, el entrenador Pablo Laso, abroncó y chilló de forma muy contundente al chaval, delante de sus compañeros y de las cámaras de medio mundo, porque no hacía lo que le había ordenado y le reiteraba lo que debía hacer. El chaval, sin inmutarse, salió al campo, hizo lo que le mandó y encestó tres triples.
Es evidente que el chico sabe tirar de tres. Tiene el talento y la habilidad para ello, pero si sus emociones se hubieran alterado con la “bronca” de su entrenado, ¿los habría metido? Seguro que no. Si se hubiera sentido ofendido o humillado, su sistema nervioso se habría alterado, su coordinación se habría modificado y el tiro habría ido fuera.
Utilicemos el deporte para educar personas, pero no personas que aspiran a un mundo mejor y que, si no lo es, se debilitan y anhelan lo inexistente. Eduquemos a personas fuertes (con confianza y amor sólido) para fines que hagan un mundo mejor para todos. Sin ese control de las emociones, no tendremos la capacidad de aceptar lo que no nos gusta y poder hacer, con nuestras habilidades, los triples que cada uno tenemos dentro.
Luka Doncic reacciona al tiempo muerto de Pablo Laso con tres triples consecutivos