“El pensamiento condiciona la acción”

Montse venía preocupada. Le duelen habitualmente las cervicales. El fisioterapeuta le pautó unos ejercicios para hacer por su cuenta y las cervicales le hacían más daño.

Ser entrenador es conseguir que el otro mejore, y aunque a menudo lo consigo, son otras tantas veces que no.

Cuando me pongo a pensar por qué no lo consigo o conseguimos (la persona y yo), siempre llego a la misma conclusión: el modo de afrontar el entrenamiento desde el punto de vista del pensamiento no es el adecuado, y yo en ese momento no soy capaz de convencer o mentalizar a la persona para que se sitúe mentalmente en el lugar adecuado para que se produzca una correcta armonía entre el cuerpo y la mente.

No es muy complicado de entender, pero sí de hacer, sobre todo para algunas personas. La mentalidad adecuada es la de que, partiendo de una situación de disposición interior (estar dispuesto a hacer lo que toca y no lo que uno quiere), se ponga una intención clara e interiormente sincera de querer hacerlo bien para mejorar.

Cuando uno se mentaliza sinceramente, el cuerpo entiende lo que queremos de él, y el ejercicio o entrenamiento que hagamos nos proporcionará un efecto positivo, a menudo mejor del esperado.

Hace ya algunos días, La Vanguardia sacaba un artículo con un titular llamativo: “¿Seguro que el ejercicio físico alarga la vida?”. Después de años y años escribiendo sobre los beneficios del ejercicio físico sobre la salud, y recientemente sobre los beneficios del entrenamiento de fuerza, donde estamos ahora? en que debemos confiar?.

La primera condición para tener una buena salud física y personal es tener confianza interior, o sea, que nuestro interior emocional esté firme y afianzado en alguna idea o valores que le den solidez y tranquilidad. Antoni Gelonch, en su artículo “Elogio de la confianza”, nos dice que “tener confianza es asumir nuestras propias responsabilidades cuando una desgracia o contratiempo nos cae encima”. También nos dice que dudar de uno mismo y asumir los actos propios son dos efectos de la confianza.

En definitiva, que “tiene confianza el que, llueva, nieve o haga viento, conserva siempre la misma actitud”.

Volviendo a si el ejercicio es bueno o no: el ejercicio es bueno. Es bueno si lo hacemos de la forma adecuada y con la mentalidad e intencionalidad adecuadas.

Habitualmente, nos ponemos a hacer ejercicio con una intención subyacente que a menudo desconocemos. Cuando la verdadera intención de hacer ejercicio es querer estar sano para vivir siendo uno mismo, y no la necesidad (miedo, evasión, competitividad mal entendida), hacer ejercicio es algo esencial para nuestra salud y bienestar.